El número 12 de esta calle de la Cruz, un local de reducidas dimensiones ha visto pasar distintos negocios, formando parte de una cadena de relojerías o, desde 1949, como “Las perlas”, de Juan Bonilla, un establecimiento que cerraría a lo largo de la década de los ochenta. En 1990, Pedro Bermúdez podría en marcha Arteocio, dedicado, principalmente, a la reparación de relojes antiguos y colección.
Aquí trabaja, posiblemente, uno de los mejores relojeros de Madrid. José Martín (Pepe), el pequeño de cuatro hermanos, todos relojeros, que aprendieron el oficio, desde muy pequeños, a la sombra de su padre. Honorio, el primero de la saga, iniciaría esta andadura con 30 años, en la salmantina Paulino García; aunque posteriormente crearía un taller propio, familiar, en la población de Alaraz (Salamanca), en el que trabajarían con sus hijos.
La diáspora familiar desperdigaría a los vástagos por toda España. Pepe encontraría su destino en Madrid, trabajando en varios talleres de relojería, como el que se encontraba en el número 35 de la calle Lavapiés. A finales de los años 70, el trabajo era frenético, reparando entre 50 y 70 relojes a la semana.
Hoy el trabajo, sigue siendo exigente pero es más pausado. Y, curiosamente, actualizando el valor actual de la moneda, el precio de las reparaciones sigue siendo el mismo. Aunque, el reto actual es la restauración de un viejo calendario perpetuo.
Pepe y Pedro, sin embargo, se quejan de los mismo, una demanda que también me trasladaría hace unos meses José Antonio, el zapatero del Barrio del Pilar: es muy difícil conseguir aprendices con adquieran las destrezas necesarias y que continúen con el oficio. A pesar del paro, no hay candidatos emprendedores.
El establecimiento, salvo ligeros cambios, es una prolongación del constituido por Las Perlas. La fachada presenta una apariencia muy similar a otras madrileñas de los años 50. La planta es simétrica, con la puerta centrada y los laterales con esquinas curvas. El zócalo, bajo, es de mármol rosado y crema. En el interior, se mantienen el mostrado, rustico, con expositor superior y algunas de las estanterías laterales. Las estanterías cajoneras fueron recuperadas del establecimiento J.D. Girod, de la calle Postas, un antiguo almacén de fornituras para relojes.